sábado, febrero 25, 2006

CELULOSA : NEGOCIEMOS.



Por Esteban Valenti (*) Periodista. De BITACORA.COM.UY

Observando la involución del conflicto entre Uruguay y Argentina todos nos preguntamos ¿hasta donde puede llegar? A esta altura hay que formularse esta pregunta muy seriamente.
¿A la Corte Internacional de La Haya? Perfecto, es un mecanismo legal establecido en los acuerdos y tratados bi laterales. Pero el problema es que en este embrollo no actúan sólo las instituciones, al menos de una de las partes, actúan otros factores totalmente incontrolables e irracionales.
Por un lado están las relaciones entre los Estados y sus autoridades. Esto vale en el acierto o en el error tanto para Argentina como para Uruguay, pero además de la parte argentina se suman los piqueteros, que no responden absolutamente a nadie y que tienen su propia lógica y su propia dinámica.

Formulemos algunas hipótesis:
A) Los dos gobiernos se ponen de acuerdo, encuentran un camino técnico-político que permite buscar y encontrar soluciones satisfactorias para ambos. No importa cuales son. Caminos creativos y con imaginación. ¿Cual es el objetivo de estas soluciones?: contemplar los intereses de ambos países. Por ejemplo: asegurar que no habrá contaminación o que ante cualquier posibilidad de contaminación se aplicará automáticamente la paralización de las actividades. O cualquier variante, incluso mágica. Esta solución no les sirve a los piqueteros de Gualeguaychú, cuyo único objetivo es que las plantas no se construyan y punto. Lo han repetido hasta el cansancio. Para ellos todo lo demás es accesorio.
Luego de este acuerdo entre los gobiernos, se reúne la asamblea de piqueteros y deciden seguir e intensificar los cierres, agregando ahora el repudio al gobierno argentino, porque en definitiva lo único que aceptan es la paralización total de las plantas. ¿Que pasa? ¿Las autoridades argentinas están dispuestas a utilizar los medios legales y coercitivos para evitar los piquetes y el bloqueo del tránsito de personas y mercancías?
No hay una sola declaración en este sentido, ni del gobierno de la provincia de Entre Ríos, ni del gobierno nacional argentino. Y muchas señales en el sentido contrario.
B) Otra hipótesis. Las empresas BOTNIA y ENCE deciden en un gesto propio y voluntario (Uruguay no tiene ningún instrumento legal en este sentido) paralizar por un plazo determinado la construcción de las plantas para facilitar las conversaciones. Situación más que difícil y compleja. ¿Y después? Si cualquier instancia técnica o política de ambos países se ponen de acuerdo y se reinician los trabajos y las obras ¿Quien garantiza que no habrá más bloqueos? Nadie. Entonces la suspensión temporaria en realidad es simplemente un debilitamiento del frente uruguayo para luego conseguir el objetivo de terminar definitivamente con las obras.
C) Otra. Una de las grandes empresas forestales decide que es conveniente construir una planta de iguales dimensiones y características en otra provincia argentina con gran aptitud para la forestación (Misiones, Corrientes, El Chaco, Formosa etc. etc.) ¿Y? ¿Busti, los piqueteros, las autoridades nacionales argentinas que hacen? ¿Uruguay que hace?
La carta del Presidente de la República, Dr. Tabaré Vázquez no menciona en ningún momento la construcción de las plantas. ¿Un olvido, una sutileza, una avivada? No, en absoluto, un tema de principios. No hay nada, absolutamente ningún elemento que justifique que alguien corte el tránsito entre nuestros dos países. Si se acepta este criterio, el nivel de peligrosidad de las relaciones bi nacionales es terrible, inmanejable.
¿Qué pasaría si un grupo de uruguayos consideraran que la importación de berenjenas blancas es perjudicial para sus intereses y decidieran cortar el tránsito entre nuestros dos países interrumpiendo la circulación con piquetes?
¿O que la proporción comercial entre los más de 900 millones de dólares que nos exporta Argentina en relación a los 250 millones de dólares que nosotros les exportamos es perjudicial para Uruguay y determina que miles de uruguayos no tengan trabajo? Y nos vamos a los piquetes. La lista de razones sería interminable.
Lo que no se puede aceptar es el método, eso es lo que diferencia las relaciones internacionales signadas por la ley y los tratados de la jungla.

¿Qué pasaría?
Si por un segundo a algún uruguayo le temblara el pulso y lo asaltara la duda sobre las consecuencias de una eventual anulación de la construcción de las plantas de celulosa, sería bueno que hiciéramos algún ejercicio prospectivo.
No consideremos siquiera los compromisos asumidos legalmente con las empresas y con los propios países de origen de las mismas y de las indemnizaciones, hablemos de otras cosas:
Uruguay pasaría a ser un paria total en materia de inversiones. Nadie, absolutamente nadie se le ocurrirá pensar que se pueden hacer proyectos e inversiones en nuestro país. Es elemental: Si la llave y la cerradura la tienen los argentinos, para que incomodarse. Uruguay sería menos que cero.
El impacto económico, social y anímico en el país sería devastador. Incluso el impacto político e institucional. Cuando un país comprueba que su soberanía – en aspectos claves y determinantes – está determinada, limitada y controlada por otros, todo su andamiaje político e institucional se resquebraja. Y los otros no son ni siquiera el gobierno argentino – que ya sería gravísimo – son nada menos que los piqueteros de Gualeguaychú.
Desde el punto de vista histórico, sería la peor derrota nacional de nuestra historia.
La lista de argumentos es interminable.
Desde el punto de vista institucional interno la situación sería todavía más comprometida: si aceptamos que los piqueteros argentinos nos impongan lo que quieren, ¿con que derecho y con que legitimidad podemos evitar que otros piqueteros actúen, cuando quieran y donde quieran? En Uruguay o en Brasil para evitar que exportemos arroz o por cualquier otra causa. No tendremos ni fuerza ni capacidad de reaccionar. No seríamos nada. Ya no se trata sólo de un problema de dignidad nacional, sino de elemental sentido de supervivencia.
No se trata de ningún nacionalismo, cualquiera con un mínimo de sentido común y de experiencia política lo puede entender.
Ahora, como la situación es compleja de ambas partes, tratemos de ponernos en la situación de nuestros vecinos. Es un ejercicio necesario si lo que se quiere es buscar soluciones y negociar algo.
Aún con la mejor buena voluntad de parte del gobierno nacional argentino, ahora están cabalgando un potro bastante desbocado. Aquí nos podríamos poner a especular sobre las responsabilidades de un gobernador que alimentó el fuego con abundante combustible. No vale la pena. Uno de los grandes absurdos es que tanta historia dependa de ciertos personajes. Seamos serios.
Asumamos que el gobierno argentino quiere encontrar una solución. Si no partimos de esa base debemos prever las peores situaciones. Los piqueteros inflamados y la población de Gualeguaychú y en parte de todo Entre Ríos es un tren conflictivo difícil de contener. Lo asumimos plenamente.
Lo que resulta imposible, inaceptable por todo lo expuesto anteriormente es que la única manera de contener los piquetes y la escalada sea el suicidio de los uruguayos. No es viable. Es la peor de la hipótesis, la que no figura en nuestro horizonte.
Tampoco podemos pedir que los precios políticos que deba pagar la parte argentina sean importantes. Aunque seamos duros en cuanto a las responsabilidades. Eso ya pasa a otro plano. Debemos buscar soluciones y no hacer literatura.
Si efectivamente el tema es la protección medio ambiental, Uruguay puede y debe hacer todos los esfuerzos y concesiones requeridas o que se elaboren de común acuerdo.
Establecer con la asistencia de organismos internacionales especializados los más exigentes estandares de control de la contaminación y un tratado-acuerdo de que si se superan esos niveles las plantas se cierran. Los dos países a los que pertenecen las empresas (España y Finlandia) son miembros de la Unión Europea, por lo tanto podrían colaborar a establecer los mecanismos técnicos (protocolos) y la infraestructura de control (aire, agua, suelo, etc.) Lo puede hacer la Organización de Medio Ambiente de las Naciones Unidas (PNUMA) u otra institución internacional.
Se pueden integrar equipos con participación directa de técnicos argentinos para el control de todas las etapas. No estamos hablando de empresas o tecnologías experimentales, funcionan en todo el mundo y también en Argentina, en Chile, en Brasil y naturalmente en Estados Unidos, Canadá y Europa.
Como además de todo lo anterior hay intereses económicos en juego, se podría perfectamente integrar un equipo binacional con apoyo de un organismo internacional para estudiar el desarrollo forestal de ambos países, y proyectos conjuntos para la producción maderera-celulosa-papelera. No tengan ninguna duda que cuando pase este vendaval, vendrán a instalarse en la región, en Argentina y en la Mesopotamia grandes procesadoras de celulosa y productoras de papel-cartón. ¿por que no planificarlo en conjunto y hacer de este episodio un factor de fuerza, de unión, de desarrollo, entre Uruguay y Argentina? ¿O vamos a quedar prisioneros de esta situación mientras muy cerca nuestro se crean grandes cadenas de valor y de desarrollo?
Cualquiera de estas propuestas y otras que puedan surgir, bien explicadas, bien fundamentadas sin duda pueden tener un fuerte impacto positivo en nuestras sociedades. Donde no hay solución, es con los piqueteros de Gualeguaychú. Sus intereses y su encono es puntual, concreto, irreducible. Y si son ellos los árbitros de todo no hay solución posible. Ellos sólo admiten el desastre uruguayo. El problema de fondo en algún momento deberán afrontarlo. Cuanto antes mejor.

(*) Periodista. Coordinador de Bitácora.

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