viernes, enero 19, 2007

PASTERAS: LLEGÓ LA HORA DE BUSCAR UNA SOLUCIÓN SERIA.-

Pasteras: llegó la hora de buscar una solución seria.


por El Tribuno de Salta , Argentina.




El conflicto planteado por los vecinos de Gualeguaychú contra la construcción de la pastera Botnia en Fray Bentos, ha ingresado decididamente en un callejón sin salida.
El contencioso ha deteriorado a niveles inimaginables las relaciones entre Argentina y Uruguay, dejando en evidencia la endeblez del servicio exterior de nuestro país y la fragilidad del proyecto de integración regional.


El fracaso de la protesta anunciada en el puerto de Buenos Aires, donde los vecinos de Entre Ríos estuvieron ausentes y sólo se hicieron presentes algunas organizaciones piqueteras radicalizadas, muestra el desgaste de una estrategia que sólo ha servido para dañar la autoridad de nuestro gobierno y los vínculos con el país vecino.
Más allá de las legítimas razones que asisten a los entrerrianos ante el temor a una eventual contaminación que pudiera producir el proyecto que desarrolla Uruguay, lo cierto es que hasta ahora ningún tribunal internacional les dio la razón.
Los cortes de los pasos terrestres constituyen una medida de fuerza desesperada, pero inconducente.

El avance de las obras de Botnia es tal que resulta inimaginable hoy por hoy un traslado de la planta y ha debilitado el margen de maniobra de nuestra Cancillería.

Los errores se remontan al origen del conflicto.
El proyecto celulósico de Uruguay comenzó hace dos décadas, con la plantación de casi un millón de hectáreas de eucaliptus en terrenos clasificados y limitados.

La Argentina, durante la gestión del canciller Rafael Bielsa, llegó a firmar un acuerdo con el Gobierno uruguayo para la instalación de las pasteras, que fue anunciado oficialmente por el presidente Néstor Kirchner en su mensaje al Congreso de la Nación en 2004.

Luego, ante las protestas de los vecinos, se intentó un tardío cambio de rumbo que convirtió el problema en una causa nacional en ambas márgenes del río Uruguay.
Pero se trató de una reacción tardía, si se quiere oportunista, ante una realidad sobre la cual, previamente, nunca se había dialogado con transparencia.

La falta de criterios en materia de política ambiental y la improvisación de la que hicieron gala las autoridades para prestar atención a las expectativas y las preocupaciones de los habitantes de Entre Ríos, impidió que se pudiera conversar francamente y a tiempo sobre los intereses de los pueblos de ambas márgenes del río.

Luego, ni la empresa finlandesa se mostró dispuesta a modificar un ápice su proyecto, ni los gobiernos de ambos países fueron capaces de avanzar hacia un acuerdo, en un contexto en el que no faltaron las frases demagógicas y altisonantes, como las acciones políticas claramente imprudentes.

La controversia lleva un año y siete meses...

Cabe suponer que una minoría de vecinos espera mantener cortadas para siempre las rutas que unen Gualeguaychú con Fray Bentos y que el gobierno argentino no podrá admitir indefinidamente esta situación.

Sea como fuere, ante la certeza de que Botnia estará en funcionamiento en pocos meses, las autoridades argentinas tienen la obligación de garantizar el libre tránsito internacional y de acordar con Uruguay un plan para monitorear los niveles de contaminación de las aguas cuando la planta esté funcionando.

No hay otra salida.

Fuente:
El Tribuno de Salta/Argentina

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